De acuerdo a los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la ivermectina es un derivado semisintético de la avermectina, producto de fermentación de Streptomyces avermitilis. La ivermectina posee actividad microfilaricida contra Onchocerca volvulus. Los recuentos de microfilarias se reducen hasta niveles bajos en pocas semanas y permanecen fuertemente inhibidos hasta 12 meses. Se absorbe bien, con una semivida en el plasma de 12 horas, y se elimina con las heces, en gran parte en forma de metabolitos, durante unas dos semanas.
Se trata de un medicamento antiparasitario aprobado por la Agencia Americana del Medicamento (FDA, por sus siglas en inglés) que también ha demostró ser eficaz ‘in vitro’ contra una amplia gama de virus, incluidos el VIH, el dengue, la gripe y el Zika. No obstante, los expertos han avisado de que los ensayos se tienen que realizar todavía en personas.
“La ivermectina se usa ampliamente y se considera un medicamento seguro. Necesitamos determinar si la dosis que se puede usar en humanos será efectiva, ese es el siguiente paso. En este momento en el que tenemos una pandemia mundial y no hay un tratamiento aprobado, si tuviéramos un compuesto que estuviese disponible en todo el mundo, se podría ayudar a las personas antes. De manera realista, pasará un tiempo antes de que se aplique una vacuna ampliamente disponible”, han recalcado los expertos.
Aunque se desconoce el mecanismo por el cual ivermectin funciona en el virus, es probable que evite que el virus “atenúe” la capacidad de las células huésped para eliminarlo. El uso de ivermectina para combatir el COVID-19 dependerá de los resultados de más pruebas preclínicas y, en última instancia, de ensayos clínicos.
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