Una vida saludable no pasa solo por alimentarse bien y practicar ejercicio con regularidad. También influyen en ella otros aspectos fundamentales a los que no solemos dar tanta importancia.
Nos la deseamos al estornudar, cuando brindamos o al encontrarnos por la calle con un conocido pero… ¿qué es realmente la salud? La Organización Mundial de la Salud (OMS) la define como «un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades».
Para acercarnos al máximo a esta sensación de bienestar hay que tener en cuenta dos pilares fundamentales.
- El primero, hacer ejercicio, y no solo puntualmente: la actividad física debería convertirse en un hábito más en nuestro día a día.
- El segundo, cuidar la alimentación, apostando por menús ricos en frutas, verduras y cereales integrales, y huyendo de las propuestas en las que abundan las harinas refinadas y los alimentos ultraproceados.
Pero también son recomendables determinadas actitudes para que la estructura del edificio que reposa en los pilares de la buena dieta y la actividad física sea fuerte y, por tanto, se conserve en buen estado durante el mayor tiempo posible. Son pequeños detalles que, poco a poco, van sumando salud, haciéndonos sentir mejor.
1. HACERSE RESPONSABLE DE LA PROPIA SALUD
Sentirse bien física y mentalmente no es cuestión de suerte. Cada vez hay más estudios científicos que avalan esta teoría. Buena muestra de ello es un informe publicado en la revista Nature, según el cual, algunos hábitos de vida poco saludables, como fumar o comer pocas frutas y verduras, están detrás del 42,7% de los casos de cáncer en el Reino Unido.
Hacernos responsables de nuestra propia salud, informándonos, reconociendo lo que nos va bien y lo que nos perjudica y actuando en consecuencia, ayuda a aumentar la sensación de bienestar. También mejora la autoestima, al ver que nuestras acciones y decisiones ejercen un efecto positivo en nuestro equilibrio físico, mental y espiritual.
2. CUIDAR LAS RELACIONES…
Pasar más tiempo con la familia y los amigos es uno de los ingredientes que mejoran la receta de la vida saludable. Puede constituir una gran opción para relajarse o aumentar la sensación de bienestar, pues nos conecta a los demás y nos permite compartir las inquietudes, problemas y aficiones.
Somos seres gregarios, como otros animales, por una cuestión de eficiencia y de supervivencia, pero también porque probablemente sentimos además una necesidad profunda de escapar de nuestra soledad y de trascender la propia vida individual. Dedicar un tiempo a participar de las vidas de otros y permitir, al mismo tiempo, que otros lo hagan de la nuestra hace posible satisfacer esa necesidad íntima.
Vale la pena, pues, propiciar los momentos de contacto con los demás. Son ocasiones que a veces se escatiman por comodidad o por la propia inercia de la rutina, pero que suelen merecer el esfuerzo. Puede tratarse quizá tan solo de una charla con un amigo o de celebrar el cumpleaños de un sobrino. Las posibles pequeñas renuncias personales que puedan conllevar se compensan con la posibilidad de sorpresas y descubrimientos. Compartir genera comunicación, riqueza, vida.
3. …PERO RESERVANDO TIEMPO PARA UNO MISMO
Aunque compartir es necesario, también lo es cuidar los espacios propios, íntimos. La música necesita de los silencios y nuestra vida también requiere de momentos de soledad en los que prescindir del «ruido» externo para estar con uno mismo.
No es necesario meditar en posición de loto ni permanecer en casa descansando, vale cualquier actividad que serene y cree las condiciones para poder simplemente sentir y escucharse.
Se puede salir a pasear, practicar yoga, correr, visitar una exposición que interese, cocinar un nuevo plato, escuchar música agradable… Potenciar esos momentos de conexión con nuestro interior ayuda a mejorar la salud física y psíquica, nos conecta con una dimensión espiritual de la vida y permite además establecer luego nuevas formas de comunicación con los demás.
Sobre esta paradójica necesidad de distancia física para permitir un mayor acercamiento interior y hacia los demás, escribió Miguel de Unamuno: «Y si no sabemos querernos es porque no sabemos estar solos (…) No hay más diálogo verdadero que el que entablas contigo mismo, y ese diálogo solo puedes entablarlo estando a solas. En la soledad, y solo en la soledad, puedes conocerte a ti mismo como prójimo; y mientras no te conozcas a ti mismo como prójimo, no podrás llegar a ver en tus prójimos otros yo. Si quieres aprender a amar a los otros, recógete en ti mismo».
4. DORMIR LO SUFICIENTE
Sentirse algo más cansado e irritable es, tal vez, la consecuencia más visible de un déficit de sueño, pero no la única. Diversos estudios han demostrado que no respetar las siete u ocho horas recomendadas de descanso nocturno provoca falta de atención, lo que puede acabar repercutiendo en la memoria.
Una de estas investigaciones, de la Universidad de Pennsylvania (EE. UU.), sostiene además que esta falta de atención no es percibida por quien la padece, por lo que podemos estar mermando esta capacidad poco a poco, sin darnos realmente cuenta de ello.
Otro efecto perjudicial de no descansar lo suficiente se encuentra en una mayor tendencia a engordar. Puede ser una conclusión sorprendente para algunos, ya que hace años se pensaba que dormir poco podía ayudar a adelgazar. Las evidencias científicas actuales muestran el importante papel de la leptina, que se libera durante el sueño y que se conoce también como la hormona de la saciedad, a la hora de controlar el peso.
Otra hormona, la melatonina, explica igualmente el efecto beneficioso de un correcto descanso nocturno, pues aumenta la eficacia del sistema inmunitario. La melatonina se produce mientras dormimos y, además de encargarse de regular el ciclo sueño-vigilia, potencia las defensas y ayuda a luchar contra los radicales libres. Por lo tanto, es una buena manera de frenar el envejecimiento prematuro de las células.
Dormir lo suficiente y bien es casi tan necesario como respirar. Quien ha pasado una mala noche a menudo ha podido comprobar cómo le afectaba al ánimo y a la salud. El sueño tiene muchas funciones: es una estrategia para conservar energía pero también un periodo de restauración fisiológica, neurológica y psicológica. Al dormir, el cuerpo tiene la oportunidad de invertir energía en sí mismo, en vez de dirigirla al exterior.
Es importante prepararse para el descanso antes de meterse en la cama: se puede tomar una infusión relajante de pasionaria o amapola de California y cuidar pequeños detalles del dormitorio para favorecer la serenidad (una decoración de colores suaves, una correcta temperatura…).
Entrar en la cama con una actitud de entrega a algo más grande (el universo o tal vez el reino del sueño) ayuda asimismo a conciliar el sueño. Al dormir nos parecemos a las plantas: optamos por la quietud, simplemente respiramos… y crecemos. Es un modo de sentir que formamos parte de un todo que nos acoge y protege.
5. BUSCAR EL CONTACTO CON ESPACIOS VERDES
Pasear por la montaña, la playa o un parque próximo a casa puede tener consecuencias positivas para la salud. Según un trabajo publicado en la revista científica Journal of Epidemiology and Community Health, en el que participaron más de 250.000 personas, quienes habitan cerca de espacios verdes tienen una mejor percepción de su salud y bienestar.
Respirar un aire más puro y alejarse del asfalto, el tráfico, la contaminación acústica y lumínica… pueden ser algunos de los motivos que explican las conclusiones del estudio.
Si no se vive en un entorno natural aprovechar el fin de semana para hacer excursiones es una estupenda opción.
Los paseos por la montaña o a orillas del mar permiten cambiar de aires, desconectar de las preocupaciones cotidianas y disfrutar del contacto con el agua, la tierra, el sol y el aire. Cuando el ser humano entra en contacto con la naturaleza vuelve de alguna manera a sus orígenes.
6. AYUDAR A LOS DEMÁS
El estado anímico tiene una clara influencia en la salud física. Llevar a cabo acciones de voluntariado, o simplemente ayudar a los demás, contribuye a una mayor sensación de bienestar, pues cultivar la empatía es una excelente forma de conocerse mejor y de desarrollar una actitud positiva frente a todas las personas.
Uno de los grandes retos de este siglo es justamente hacer la vida más humana, hallar puntos de encuentro con quien parece diferente en vez de ahondar en las divergencias. Seguramente una de las claves para conseguirlo es salir de uno mismo para entrar en la piel de las personas con las que se convive. Está en la mano de cada uno aprender a abrirse a los demás.
El entorno cercano brinda muchas posibilidades de ayudar (hospitales, organizaciones caritativas, vecinos, desconocidos, etc.). Cuanto más abiertos y altruistas seamos, más paz hallaremos en nuestro interior.
La auténtica revolución surge de la suma de individualidades de tantas personas que aportan su grano de arena al bien común. La transformación, promovida primero desde el interior, se sumará a la de otra muchas individualidades y así será posible ese cambio de perspectiva que precisa la humanidad.
7. TENER UNA VIDA SEXUAL PLENA
La lista de beneficios de una vida sexual satisfactoria es extensa. Además de fortalecer el sistema inmunitario puede mejorar la salud cardiovascular y, según un informe australiano que recoge el British Journal of Urology International, reduce las posibilidades de padecer un cáncer de próstata.
En las mujeres, los encuentros íntimos pueden ayudar a fortalecer los músculos del suelo pélvico, ya que durante el orgasmo esta zona se contrae. Mantener estos músculos en forma disminuye el riesgo de sufrir incontinencia urinaria en la madurez.
Además de estos aspectos físicos, una vida sexual activa aporta un gran número de beneficios para la salud mental y emocional: reduce el estrés, aumenta la autoestima, refuerza los lazos íntimos entre la pareja y ayuda a dormir mejor.
8. APRENDER A RELATIVIZAR
Observar lo que nos ocurre desde cierta distancia ayuda a verlo con otra perspectiva, en la que los problemas y preocupaciones del día a día tal vez acaban no siendo tan importantes o difíciles de solucionar como parecían.
Para darse cuenta de ello basta con fijarse en cómo solemos ver o interpretar los conflictos de familiares o amigos: normalmente encontramos una posible solución, camino razonable o manera de actuar de forma más rápida que si ese mismo problema fuera nuestro. En esta claridad de comprensión el hecho de ser meros observadores del conflicto y no sus actores principales suele ayudar a pensar de forma más positiva.
Aprender a relativizar y ser conscientes de qué podemos hacer para solucionar un problema, ocupándonos y no preocupándonos, es una actitud vital que refuerza el bienestar mental y, en consecuencia, la salud general.
9. TODO SIN OBSESIONARSE
El exceso de preocupación por la salud puede ser otra forma de enfermedad. Por ello, nuestra última propuesta enlaza con la anterior. Se trata de una recomendación extra pero no por ello menos importante: huir de los pensamientos y actitudes obsesivas, también en el propósito de ganar salud.
Podemos hacer mucho por reducir los riesgos de enfermar, pero tampoco pasa nada por disfrutar de una tarde tumbado en el sofá o por darse un capricho puntual y saborear aquella receta que tal vez no sea la más ligera. Alcanzar el tan ansiado equilibrio es uno de los principales secretos del éxito también en lo referente a hábitos de vida saludables.
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